Si bien, tengo la gran fortuna de estar persiguiendo mi sueño, y de, en el camino, alimentarme de emociones tan positivas, tal como pasó este fin de semana en la boda a la que tuve el honor de asistir como su fotógrafo , no me es posible dejar de sentir que un pequeño rincón de mi alma se congeló al conocer de un suceso bastante trágico para la familia de mi esposa, mi familia.
Como es natural, la pérdida de un miembro, es un evento muy doloroso, pero, lo es más cuando se mezcla con la indignación y la impotencia que produce saber que se une a la tristemente célebre estadística de las víctimas de la violencia en mi país. Una jóven familia ve drásticamente modificado su camino por el deseo de unos de poseer lo que les es ajeno.
Esto, definitivamente, me llena de sentimientos no gratos. Todavía me sigue resultando inaceptable pensar en que él ya no esté, a pesar de que no nos unía una relación muy estrecha, todavía no asimilo completamente la noticia.
Y, si es cierto, que desde mi posición podría no hacer mucho respecto al problema, pienso que puedo poner un pequeño grano de arena para hacer esto un lugar mejor: celebraré la vida de los que se han ido haciendo un esfuerzo diario por mejorar, por hacer que las personas que estén frente a mi lente puedan ver que su historia es algo único y especial, llena de vida y de emociones positivas. No puedo quejarme, no debo quejarme; tengo una familia, unas hijas que necesitan un ejemplo de fé. Así que lo daré todo por ser ese ejemplo.
Por Oscar…